El título ponelo vos...

Vivir es el proceso de construir, o al menos convivir con nuestra propia identidad, para lo cual, a medida que transcurrimos, y en algunos casos aprendemos, cambiamos.

 

Al principio encontramos nuestra identidad por "comparación con el resto". El bebe, comienza por darse cuenta que no es uno con su madre, el niño llega a descubrir que su padre no siempre tiene razón y el adolescente busca su identidad agrupándose o separándose para distinguirse de otros.

 

Con el paso del tiempo, podemos descubrir otras formas de construir nuestra identidad, en las que ya no cuenta lo que "el otro" hace o es, sino lo que "yo" hago o soy. Asi encontramos la verdadera libertad, se aprende a ser lo que se es y ya no hay que justificar. No hay quienes nos den respuestas, ya que las únicas que nos interesan realmente, nos las debemos responder nosotros.

 

Entonces quizás, podemos volver a dirigir nuestra mirada hacia los demás, pero no ya para buscar que nos separa de ellos, sino para compartir, con la seguridad de que nada de los otros podrá dañarnos (nos hemos hecho fuertes) y si que en mucho podemos colaborar para aprender en común.

 

El primer caso es el descubrimiento, el segundo la construcción, el tercero, la responsabilidad.

 

Podemos pasar toda la vida en el primer estadio y eso para nada significa que no alcancemos metas o satisfacciones. Sólo sucede que siempre vamos a tener nuestros logros en riesgo ya que vemos lo que somos como una consecuencia de lo que los demás son. Necesitamos del otro para definirnos, por lo tanto no tenemos el control de nuestros éxitos o fracasos.

 

A veces elegimos identificarnos con las mayorías (fútbol, rock y George Lucas), otras nos sentimos más cómodos sientiéndonos parte de los menos (badminton, clásica e Igmar Bergman), pero en definitiva, en ambos casos estamos haciendo lo mismo, buscando nuestra identidad por comparación. Hablamos de "los otros” para demostrarnos que nos sentimos algo distinto, nos integramos “a” separándonos “de” y asi tomamos partido.

 

¿Qué cambia cuando encontramos otras formas de definirnos?. Prácticamente nada y prácticamente todo. Seguimos eligiendo el fútbol, clásica o Lucas, pero aprendemos que no necesitamos justificar nada de lo que somos o hacemos. Abandonamos esa pretensión de demostrar que somos distintos, porque descubrimos que somos ÚNICOS.

 

Cuando nos damos cuenta de esto comprendemos también que nadie nos debe explicaciones. Muere aquí el antagonismo y nace el respeto. Nos cuidamos mucho ahora de calificar a otros, desaparecen de nuestro vocabulario los fastidios y las muestras de enfado. Nos damos cuenta que cada desprecio que hacemos a otro no hace más que avergonzarnos a nosotros mismos.

 

Fortalecidos por la libertad que nos confiere la confianza en lo que somos, estamos listos para empezar a compartir. Prontos a dar lo que aprendemos y prontos para aprender de los demás, pero sin sacrificar nunca nuestra libertad en compromisos con líderes, libros, dogmas o escuelas filosóficas...